lunes, 25 de enero de 2016

Mi jefe me tiene manía!!!!


¿Cuántas veces hemos escuchado esta frase? ¿Cuántas la hemos dicho? Por desgracia, en algunas ocasiones se acerca mucho a la realidad, porque como dice un tal Peter que tenía un principio llamado “de incompetencia”, siguen existiendo energúmenos (disculpad el palabro pero no merecen otro) que tienen a su cargo equipos de trabajo a los que no dejan trabajar, ni crecer, ni proponer… ni vivir. Son esos jefes egocéntricos y narcisistas que crecen por amiguismos y que quieren rodearse de incompetentes y tapar a los buenos para que no se descubra su incapacidad y su falta de criterio. En esos casos, la frase “me tiene manía” tiene todo el sentido del mundo, y en ese caso, sólo puedes hacer dos cosas: cambiar de jefe (no siempre es fácil) o aprender a vivir con él hasta que puedas cambiarlo (tampoco es muy fácil, lo sé).

Sin embargo, en otras ocasiones, esa frase se dice como cuando en el cole “el profe me tiene manía” (también hay energúmenos… pero no todos por suerte) cuando el examen nos ha salido mal, o no hemos hecho las cosas como deberíamos. En ese caso, lo que quizás nos esté faltando es un poco de autocrítica. Como todos somos personas, a todos nos gustan las alabanzas, que se destaquen nuestras virtudes, pero no nos hace demasiada gracia poner en evidencia nuestros defectos. Esos los tapamos, y con eso sólo conseguimos el “efecto avestruz”. Por mucho que lo neguemos, todos tenemos nuestro talón de Aquiles, y cuanto antes nos lo pongamos a nosotros sobre la mesa a nosotros mismos, antes lo podremos corregir.

Está muy bien tener un buen concepto de uno mismo, es más que sano, porque si uno mismo no lo tiene, es difícil que pueda transmitirlo. Pero también hay que conocer las debilidades, las cosas que no hacemos tan bien, y aquellas que mejor no nos pongamos porque hay alguien a nuestro lado que las hace más rápido y mejor que nosotros. Eso se llama EQUIPO y no tiene nada de malo.

Sobre todo esto hay una historia muy cortita pero muy ilustrativa, que os dejo para pensar…

Antonio trabajaba en una empresa hacía dos años. Siempre fue muy serio, dedicado y cumplidor de sus obligaciones. Llegaba puntual y estaba orgulloso de que en dos años nunca recibió ninguna amonestación. Cierto día buscó al Gerente para hacerle una reclamación:

– Señor, trabajo en la empresa desde hace dos años con bastante esmero y estoy a gusto con mi puesto, pero siento que he sido postergado. Mire, Francisco se incorporó en un puesto igual al mío hace solo seis meses y ya ha sido promovido a supervisor.

– ¡Ajá! – Respondió el gerente – Mientras resolvemos este problema que me planteas, quisiera pedirte que me ayudes a resolver otro. Quiero dar fruta al personal para el almuerzo de hoy. En el negocio de la esquina venden frutas. Por favor averigua si tienen naranjas.

Antonio se esmeró en cumplir con el encargo de su jefe y en 5 minutos ya estaba de vuelta en la oficina

– Bueno Antonio ¿qué averiguaste?

– Señor, sí tienen naranjas para la venta.

– ¿Y cuánto cuestan?

– ¡Ahhh! no pregunté eso.

– Bueno, ¿pero viste si tenían suficientes naranjas para todo el personal? – Preguntó serio el Jefe.

– Tampoco pregunté eso señor.

– ¿Hay alguna fruta que pueda sustituir la naranja?

– No sé señor, pero creo…

– Bueno – dijo el Jefe – espera, siéntate un momento.

El Gerente cogió el teléfono y mandó llamar a Francisco. Cuando se presentó, le dio exactamente las mismas instrucciones que le había dado con anterioridad a Juan y en 10 minutos estuvo de vuelta.

Cuando volvió, el Jefe le preguntó:

– Bien Francisco, ¿qué noticias traes?

– Señor, tienen naranjas, las suficientes para todo el personal y, si prefiere, también tienen plátanos, manzanas, kiwis y melón. La naranja está a 0,9 el kilo, el plátano a 1,5, la manzana a 0,95 el kilo y el kiwi y el melón cuestan 2,8 el kilo. Me dijeron que si compra fruta en cantidad, nos harán un descuento del 8%. He dejado separada la naranja, pero si usted elige otra fruta debo regresar para confirmar el pedido.

– Muchas gracias, Francisco, pero espéreme un momento.

Se dirigió a Antonio y le preguntó:
– Antonio, ¿qué me decías?

– Nada señor, eso es todo. Muchas gracias. Con su permiso…

La próxima vez, antes de decir que el jefe nos tiene manía, a lo mejor deberíamos pensar si somos  Antonio o Francisco…

Y puesta por parte de uno la autocrítica, también estaría bien el reconocimiento cuando de verdad lo merecemos porque creo que a todos nos han puesto alguna vez alguna excusa para no reconocer / premiar nuestro trabajo. ¿Alguna vez os han dicho que no os pueden “ascender” porque hay otra persona que lleva más tiempo que se podría molestar? ¿Y que no os pueden subir el sueldo porque cobraríais más que otro compañero y sería terrible que se supiera?… Me temo que eso son excusas que sólo desmotivan a los que realmente tienen ganas y luchan cada día por mejorar. ¿No se habla tanto de la retención del talento? Pues retengámoslo de verdad y hagamos como el gerente de la historia.

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