martes, 19 de julio de 2016

Transformación digital: 3, 2, 1... ESPERA!!



Hace unos meses se hacía eco toda la prensa del robot humanoide Sophia, que presentaban en el festival South by Southwest Interactive (SXSW) y que prometía destruir la humanidad. Ante tal propuesta, la trascendencia fue masiva y todo el mundo hablaba de robótica, de tecnología, de avances … de transformación digital.

Pero … volvamos a nuestra realidad más cercana. Hace unos días teníamos en nuestro país las elecciones generales. En plena revolución de transformación digital, llegamos todos y cada uno de los que íbamos a votar con nuestra papeleta … en papel, con el bolígrafo en mano los que no llevaban la papeleta de casa. En la mesa electoral, más de lo mismo: una persona repasaba con rotulador fluorescente nuestro nombre impreso de una lista, “cantaba” nuestros datos, y otro esforzado vocal copiaba con un siempre eficiente bolígrafo BIC, nuestro nombre en otra tabla. Con todo este laborioso proceso, hemos votado. ¿Qué falta ahora?… ¡¡Contar!! A mano de nuevo, de uno en uno, cuadrar que los totales sean los de la lista, custodiar las urnas, enviarlas …

Durante toda la jornada, encuestas a pie de urna para saber cómo vamos… pero que no hacen más que especular en función de respuestas que tienen la fiabilidad de las ganas del entrevistado de decir o no la verdad.

¿De verdad podemos hablar de transformación digital? Suena un poco a broma porque en realidad es un proceso muy sencillo, más barato y más eficiente que hacerlo a mano. Y aquí vendrán los del miedo a que el secreto del voto pueda transgredirse. ¿En serio? Existen multitud de medios para disociar información, para que lo único que se haga es garantizar que una persona = un voto. Incluso podríamos hacer un proceso intermedio para la tranquilidad de todas esas personas que todavía no se fían de la tecnología. Propongo una situación:

Llegamos al colegio electoral con nuestro DNI. Como no nos fiamos de que si insertamos nuestro DNI en una máquina (¡sorpresa, tiene un chip!), el voto no sea secreto, entregamos el DNI al presidente de la mesa, que nos da acceso a una pantalla (cerrada con cortinas y como necesitemos para proteger nuestra privacidad de voto), donde sólo pulsando un botón, hayamos votado. Una persona, una elección.

Mientras tanto, nuestro afanoso vocal inserta nuestro DNI en la base de datos de censo electoral y marca “vota”.

Ya está, fin del proceso. Conforme vamos votando, vamos conociendo la información, no hay encuestas, no hay elucubraciones, hay datos reales de cómo vamos. Y ahora se plantea la duda de muchos ¿queremos tener esa información? ¿O es un problema porque de pronto en función de los resultados que se vayan obteniendo puede haber personas que se decidan a ir a votar para intentar cambiarlo o promoverlo? ¿Puede decirme alguien cuál es el verdadero motivo de que no exista el voto electrónico? La tecnología para que sea posible existe ya desde hace más de 10 años, pero … ¿por qué no?

¿Estamos preparados para manejar información en tiempo real? ¿Queremos de verdad la transformación digital? ¿O eso sólo es un juego de algunos que quieren avanzar más rápido que la sociedad? Estamos metidos, queramos o no, en pleno proceso de transformación, pero … ¿de verdad estamos preparados? ¿O el miedo a perder nuestra intimidad, nuestro control sobre las cosas que conocemos, nos puede?

No podemos hablar de transformación digital sin hablar de transformación de las personas. Nos estamos olvidando, en demasiadas ocasiones, de la resistencia al cambio, a lo nuevo, a lo desconocido, al ¿y si…? No tenemos ningún pudor en “vender nuestra intimidad” aceptando las condiciones de uso cuando descargamos una app. Cedemos nuestros datos de manera inconsciente… o no tan inconsciente a empresas que no conocemos por tener software que muchas veces descartamos, pero, sin embargo, en los procesos más “normales”, seguimos en el siglo pasado.

¿Alguno de vosotros ha intentado hacer una matrícula de ESO estos días? Otro ejemplo de situación en contra de toda evolución. Nos sentimos importantes porque hemos sido capaces de subir un impreso en PDF a la web del centro. El PDF no es editable, ni tiene campos, ni se puede tramitar la matrícula on-line, pero somos muy modernos porque no hay que ir a cada centro a por los impresos. Así que vale, descargo el impreso, lo cubro, lo firmo, busco toda la documentación a anexar y voy al centro a tramitar la matrícula. Ahí estamos, en la ventanilla que atiende una cansada secretaria que dice…

- Es que falta un impreso …
- En la lista de impresos necesarios que aparece en la web no indica que se necesite … (respondo yo).

Llevo las de perder. Vuelta a casa, a buscar el impreso, imprimir, firmar, y de vuelta al centro. De nuevo la secretaria…

- Le falta el sobre señora
- ¿El sobre?
- Sí, tiene que entregarlo todo dentro de un sobre tamaño DINA4 con el nombre del alumno y curso.
- ¿Puede venderme uno?
- No, no puedo, aquí no vendemos material. Vaya a una papelería

Y allá voy yo, a recorrer todas las papelerías de Santiago buscando un sobre tamaño DINA4. Porque no sirve tamaño folio, ni más grande, ni más pequeño.

¡Por fin! Lo he encontrado … Después de más de 4 horas de paseo, vuelvo al centro.

- ¿Usted no ha estado ya aquí, señora?
- Sí, he estado, he ido a fabricar un sobre para meter los impresos de matrícula

Proceso conseguido. ¿Dónde está la transformación digital? ¿De verdad es tan difícil crear un portal de matriculación on-line? (Pregunta retórica…) ¿Por qué no lo hacemos? Ni las Administraciones Públicas ni los centros privados apuestan por ello. ¿Cuál es la verdadera razón de todo esto? A mí me suena a no quiero más que a no puedo … ¿y a vosotros?