lunes, 29 de agosto de 2016

La consciencia de saber volar




Me dedico a la implantación de oficinas de gestión de proyectos. Hago el análisis inicial, valoro los procedimientos que hay... cuando los hay, propongo procedimientos nuevos y, en resumen, trato de aprovechar mi conocimiento y experiencia en gestión de proyectos, para el máximo provecho de las compañías con las que tengo el placer de colaborar. 

Una vez hecha esta parte, toca "enseñar a volar"... enseñar a gestionar, gestionando, enseñar a planificar, planificando, enseñar a estimar, estimando. 

¿Y después? Después dejar que el equipo vuele solo. Esa es quizás la parte más difícil, y la más gratificante. Me preguntaban hace unos días ¿y cómo sabes que podemos seguir solos? Como buena consultora con orígenes gallegos, mi respuesta fueron más preguntas. ¿Cómo sabe mamá águila que los aguiluchos pueden volar? ¿Son ellos conscientes de que pueden? Sin embargo, si no pudieran hacerlo, su madre no los lanzaría. 

Hay cosas que es difícil de explicar por qué se saben. A veces intuición, a veces experiencia, a veces observación... casi siempre una combinación de todas ellas. 

Por naturaleza, todas las personas nos sentimos mejor cuando tenemos una red de seguridad, cuando aunque cometamos errores, tenemos a alguien de confianza que nos ayuda a corregirlos, que nos enseña a no cometerlos. Pero sin embargo, en algún momento de nuestra vida, también tenemos que volar solos, luchar por nosotros mismos, y crecer. Es el momento en el que maduramos para convertirnos en "adultos". El símil sirve también en el mundo profesional. Cuando empezamos nuestra aventura  profesional no sabemos cómo enfrentarnos a las cosas. Aprendemos como podemos, a veces a base de golpes, otras veces, cuando hay más suerte, de la mano de alguien que nos enseña. Y aquí corremos el riesgo de "acomodarnos", de que hagan las cosas por nosotros, de querer seguir manteniendo la "red de seguridad". 

Pero... ¿habéis probado a volar? Pese al miedo inicial de los aguiluchos, de pronto, sienten sus alas, las abren... y ¡vuelan! Podían volar y no lo sabían... pero sí su madre, que por suerte para ellos los lanzó "al vacío". Confía en ellos, en su instinto, en lo que han aprendido. 

Eso es lo que hay que hacer con los equipos. Si tienes la suerte de llevar uno, enséñales, guíales, encuentra a quien pueda llevarlo... y déjalos volar, empújalos para que vuelen. 

La satisfacción personal de haber conocido a un grupo de personas, convertirlas en un equipo y verlas trabajar juntas y organizadas, es comparable a ver como tus aguiluchos, siendo mamá águila, pueden volar.

Y así, sabiendo que mis últimos "aguiluchos" están preparados, sólo quiero recordarles ... que tienen alas, ¡sólo tenéis que abrirlas!